“Jesús y Buda fueron constructores de paz y promotores de la no violencia”.
(Papa Francisco, 28 de mayo de 2022)
【Agenzia Fides/INPS Japan Nagasaki, Victor Gaetan】
En la sede de la ONU en Nueva York, en la tercera planta, una estatua de Santa Inés con su cordero en brazos se alza como un inquietante recordatorio de la destrucción nuclear.
La estatua de la santa conocida por resistir a múltiples atentados contra su vida sobrevivió a la bomba atómica lanzada por Estados Unidos sobre Nagasaki el 9 de agosto de 1945. La bomba estalló a 500 metros de la catedral de Urakami, la mayor iglesia católica de Asia en aquella época, e incineró entre 60.000 y 80.000 personas, de las cuales no más de 150 eran soldados. La estatua de Santa Inés fue encontrada boca abajo entre los escombros de la catedral.
Algunos documentos desclasificados del Pentágono han resuelto el enigma de por qué se atacó Nagasaki, a pesar de que no estaba incluida en la lista inicial de objetivos: en el último momento, una mano desconocida añadió el nombre de la ciudad a mano para arrasar la comunidad católica más histórica de Japón en represalia por las relaciones diplomáticas establecidas entre Japón y la Santa Sede en 1942. Estados Unidos no podía perdonar al Vaticano el establecimiento de relaciones diplomáticas con su enemigo, Tokio.
Voces de Hibakusha
En el edificio de la ONU, justo delante de la estatua de Santa Inés, me encontré con el activista antinuclear Hirotsugu Terasaki, director general del movimiento budista laico Soka Gakkai Internacional (SGI), que representa a unos 12 millones de personas en todo el mundo.
Fundada en 1930, la Soka Gakkai es el mayor grupo religioso organizado de Japón. Se inspira en las enseñanzas de Nichiren, un maestro budista japonés del siglo XIII. Las universidades Soka de Tokio y Aliso Viejo (California) también están asociadas a esta tradición de fe. Colaborando regularmente con la Santa Sede, la Soka Gakkai Internacional también participó en la conferencia del Vaticano de 2017 titulada “Perspectivas para un mundo libre de armas nucleares y el desarme integral”. El Papa Francisco envió sus condolencias públicas cuando el influyente tercer presidente de la Soka Gakkai, Daisaku Ikeda, falleció el pasado noviembre a la edad de 95 años.
Terasaki se encontraba en las Naciones Unidas para asistir a la segunda reunión de los Estados Partes en el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPNW), un ambicioso tratado de desarme -el primero que prohíbe a los países poseer armas nucleares- firmado por 93 países, el más reciente Sri Lanka. Entró en vigor el 22 de enero de 2021.
Terasaki ha explicado que el compromiso de la Soka Gakkai Internacional con el desarme se remonta a hace más de medio siglo y está directamente relacionado con la trágica experiencia del holocausto nuclear en su país. La sección juvenil de la Soka Gakkai de Japón en 1972 inició una campaña para “proteger el derecho humano fundamental a la supervivencia” mediante la recopilación y publicación de los testimonios de los supervivientes de la guerra nuclear japonesa, conocidos como hibakusha (personas afectadas por la bomba). Durante los 12 años siguientes, los estudiantes recopilaron miles de testimonios, que llenaron un total de 80 volúmenes.
“Mi implicación personal me ha llevado a enfrentarme a las desgarradoras historias de los hibakusha”, recuerda Terasaki. “Algunos accedieron inicialmente a ser entrevistados, pero una vez comenzada la entrevista se quedaban sin voz, sofocados por el peso de su angustia y dolor. Sin embargo, hubo quienes compartieron valientemente su sufrimiento y su trauma. Me sentí totalmente conmocionado al presenciar sus expresiones de un dolor desgarrador. Me hicieron estremecer hasta lo más profundo de mi alma. Estos testimonios me hicieron tomar conciencia de la inhumanidad de la devastación nuclear”.
De los 650.000 hibakusha reconocidos por el gobierno japonés, más de 113.000 están vivos. En la actualidad, siguen influyendo en el movimiento de desarme contemporáneo, inspirando a sus líderes: “Estas personas constituyen los cimientos de la construcción de la paz”, dice para resumir Terasaki.
Colaboraciones elocuentes
Una colaboración fortuita ayudó a amplificar los esfuerzos antinucleares de la Soka Gakkai Internacional en 2007. La International Physicians for the Prevention of Nuclear War (Médicos Internacionales para la Prevención de la Guerra Nuclear, que ganó el Premio Nobel de la Paz por crear conciencia pública sobre la catástrofe de las armas nucleares en 1985) inició la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN, por sus siglas en inglés) y pidió a la SGI que firmara como primer contribuyente para ayudar a lograr el respaldo mundial a la TPNW.
Ambas estaban especialmente comprometidas en remover las conciencias de los jóvenes.
Terasaki recuerda: “Para hacer realidad nuestra visión de un mundo desnuclearizado, nos sentimos obligados a crear una vasta red mundial comprometida con la educación de la población sobre la devastadora realidad de las armas nucleares. Nuestros esfuerzos empezaron con la organización de grupos de estudio para diplomáticos de todo el mundo, con el fin de concienciarlos sobre las consecuencias de la exposición nuclear” – poniendo de nuevo el impacto humanitario en el centro del debate. Otras dos formas de movilización fueron las conferencias regionales contra la energía nuclear, desde Asia Central hasta el Caribe, y la presión directa sobre los ministerios de asuntos exteriores.
En apenas una década, la NPNW fue adoptada por las Naciones Unidas en julio de 2017. La Santa Sede fue uno de los primeros signatarios. “Fue un logro verdaderamente milagroso”, confirma Terasaki, que atribuye el mérito a muchas otras organizaciones que contribuyeron a tal suceso, entre ellas Pax, el grupo pacifista católico holandés, y el Consejo Mundial de Iglesias.
No es sorprendente que la “TPNW” no haya sido firmada por los nueve países con capacidad nuclear: Rusia (5.889 cabezas nucleares); Estados Unidos (5.224 cabezas nucleares); China (410); Francia (290); Reino Unido (225); Pakistán (170); India (164); Israel (90); y Corea del Norte (30). Según los datos de la ICAN, cinco Estados que albergan armas nucleares por cuenta de Estados Unidos tampoco han firmado: Italia (35), Turquía (20), Bélgica (15), Alemania (15) y Países Bajos (15).
Las armas más inhumanas
El principal mensaje de los activistas de la TPNW es que las armas nucleares son las más inhumanas jamás creadas. Violan el derecho internacional, causan graves daños medioambientales, socavan la seguridad mundial y desvían recursos de las emergencias humanitarias. Las armas nucleares deben ser eliminadas, no sólo controladas.
Sin embargo, un artículo de portada de la revista Scientific American del pasado mes de diciembre advertía de los planes del gobierno estadounidense de mejorar su capacidad nuclear con 1,5 billones de dólares adicionales para modernizar su arsenal nuclear. En la actualidad, existen unas 12.500 cabezas nucleares en todo el mundo, de las que Estados Unidos y Rusia poseen casi el 90%.
Como explica Terasaki, “el plan actual para ampliar las capacidades nucleares parte de una creencia inquebrantable en la utilidad de la disuasión nuclear. Sin embargo, debemos preguntarnos si se trata de una estrategia política sólida o si es un mito creado para perpetuar el armamento nuclear”.
La actual expansión nuclear -continúa- no conducirá a la paz y la seguridad basadas en el equilibrio nuclear mundial, sino que acelerará la marcha hacia la destrucción global, hacia el Armagedón”.
El discurso moral
He preguntado a Terasaki cómo describiría el papel único que desempeñan las organizaciones de inspiración religiosa, como la Soka Gakkai Internacional, en el emergente movimiento de desarme plasmado en la TPNW. En su opinión, aunque los próximos pasos de la TPNW son en gran medida diplomáticos y se centran en las políticas de los Estados, las organizaciones confesionales deben seguir insistiendo en el impacto negativo de las armas nucleares desde una perspectiva espiritual y humanitaria.
“Mientras el mundo se enfrenta a retos cada vez mayores, la influencia del discurso moral se hace cada vez más relevante”, subraya Teriyaki. Y esta perspectiva cuenta con el firme apoyo de la Santa Sede.
Al mismo tiempo, la afiliación de la Soka Gakkai al Partido Komeito (NKP), fundado por Daisaku Ikeda en 1964, le confiere una influencia única en la percepción de las élites de gobierno; la Soka Gakkai no es “sólo” una entidad budista laica. En la década de 1960, Ikeda abogó por la reapertura de las relaciones entre China y Japón. Visitó China en diez ocasiones entre 1974 y 1997, y se reunió con los líderes Zhou Enlai y Deng Xiaoping. En la década de 1970, Ikeda viajó a la Unión Soviética y se reunió con el Primer Ministro Aleksey Kosygin, transmitiendo mensajes conciliadores entre Pekín y Moscú en el momento álgido de las tensiones entre China y la URSS. Desde 1999, el NKP es el junior partner del Partido Liberal Democrático (LPD).
La visión de Ikeda coincide con la del Papa Francisco, tanto es así que el líder japonés señala: “Al final, la paz no se conseguirá con la firma de tratados por parte de los políticos. La solidaridad humana se construye abriendo nuestros corazones los unos a los otros. Este es el poder del diálogo”.
Kazajistán y Bahréin
Teresaki destaca dos inspiradoras experiencias de colaboración que que ha presenciado durante sus viajes para fomentar la paz, la desnuclearización y el diálogo intercultural. En 2022, participó como representante budista en el Séptimo Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales en Kazajstán. Un mes después, estuvo presente en Bahréin durante el foro “Oriente y Occidente para la coexistencia humana”.
Estos acontecimientos le pusieron en estrecho contacto con el Papa Francisco, cuyas encíclicas “resuenan profundamente en mí”, afirma Terasaki.
“Me conmovió especialmente presenciar el ambiente de reconciliación entre líderes católicos e islámicos suníes compartiendo la misma sala”, destaca. “Estos foros proporcionaron una plataforma prometedora para que líderes religiosos de todo el mundo participaran en un diálogo sincero y significativo, compartiendo ideas y sabiduría sobre los apremiantes problemas globales a los que se enfrenta la humanidad”.
Según Terasaki, un principio budista fundamental que inspira la defensa antinuclear de la Soka Gakkai Internacional es que la seguridad del individuo y la de la sociedad son una misma cosa e interdependientes. La tradición mahayana que sigue la Soka Gakkai Internacional hace hincapié en cómo un individuo, a través de la disciplina y la profundización de la práctica, produce un cambio interior que repercute en el mundo exterior.
“La Soka Gakkai Internacional está comprometida con salvaguardar la dignidad de la vida, la felicidad de todos los individuos y la seguridad colectiva del mundo. La dependencia de las armas nucleares contradice radicalmente estos objetivos, ya que pone en peligro la misma seguridad por la que abogamos”.
Como afirmó el Papa Francisco en Nagasaki en 2019, “La paz y la estabilidad internacional son incompatibles con todo intento de fundarse sobre el miedo a la mutua destrucción o sobre una amenaza de aniquilación total; sólo es posible desde una ética global de solidaridad y cooperación”.
(INPS Japan/Agencia Fides)
*Victor Gaetan es Senior Correspondent del National Catholic Register y se ocupa de cuestiones internacionales. Escribe también para la revista Foreign Affairs y ha colaborado con Catholic News Service. Es autor del libro God’s Diplomats: Pope Francis, Vatican Diplomacy, and America’s Armageddon (Rowman & Littlefield, 2021). Su sitio web es VictorGaetan.org